lunes, 21 de julio de 2008

Uno más a la lista

Los clavos, pacientes, aguardaban en mi boca. Las placas de madera, a un lado. Estaba de rodillas, martillo en mano, a punto de empezar a construir los ataúdes de los técnicos. Metafóricamente, por supuesto. Pero no. Una sombra anémica se proyectó sobre mí y sobre mi maldad. Que ya es casi lo mismo.
¿La sombra de quién? Pastelito.
Me lo dijo con su tono insípido de actor que dobla un papel secundario en una película de Disney. Y, entonces, los clavos cayeron de mi boca y el martillo, de mi mano. Metafóricamente, por supuesto. Estuve a punto. A punto de agarrar la metáfora del martillo y darle con la misma en el cráneo, una y otra y otra vez, hasta que su cerebro quedara esparcido sobre la alfombra. Y entonces todos verían. Todos verían en esa masa gris –aunque probablemente sea color pastel también– sus pensamientos de mediocridad y de hijaputez.
Pero no.
No.
Fruncí los labios, con esa estúpida y estereotipada manera de resignación que tengo. Me había enterado por Victoria que cobro más de lo que la empresa quisiera y están buscando la manera tacaña que me vaya. Supongo que esta es el intento número uno.
Pastelito me comentó que el Brontosaurio y Paz, por algún motivo, dejarían de procesar órdenes de trabajo. Serían supervisores. Y, por supuesto, esperablemente, ¿quién se encargaría de sus ocupaciones? Yo. Yo solito.
–¿Por qué?- murmuré como quien contiene un rugido tan grande que contiene los gritos de William Wallace, Conan, los muchachos de 300 y mi primera novia.
Pastelito se encogió de hombros. –Es decisión de la gerencia. Creo que te ven con buen potencial para la empresa y quieren probarte.
Asentí con la cabeza. Si se trataba de una mentira era una excusa estúpida. Si se trataba de algo cierto, era escalofriante.
Pastelito se fue a sentar, sepultándome de trabajo mientras Paz se dedica más que nunca a escuchar canciones de Paulina Rubio y a meterse en foros sobre ella. El Brontosaurio se pasea entre los escritorios, ostentando su inexistente nuevo título. Y su interminable panza.
Después de una semana le agarré el ritmo al asunto. No tendré la calma de antes pero tengo breves momentos de tranquilidad. Algunos emplean estos instantes para relajarse. Bajar a fumar un cigarrillo. Ir a buscar un café. Yo, en cambio, los utilizo para agarrar el martillo y los clavos y empezar de nuevo con los ataúdes. Con la diferencia que, ahora, hay uno más que construir.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Enseñame tu ataud para poder viajar
Hoy no somos carnal
somos espiritual...........

Roncadera dijo...

Me ofrezco a ponerme a tu lado a martillar...odio a los geeks!! Cada día más !!

Paul Maril dijo...

Creo que las nuevas órdenes son solo un intento (vano) de sabotear tus elaborados planes de venganza. Creo que te han descubierto. No los subestimes. Los malos, si tontos, dos veces malos. Es momento de interpretar por un tiempo el papel de sufriente hombre trabajador. Te van a estar observando atentamente. Quizás la venganza deba seguir desde afuera, con alguna complicidad que garantice tu coartada. Pensalo.

Anónimo dijo...

mata a pastelito por favor....o lo matas vos o lo mato yo!