martes, 22 de marzo de 2011

Run fast, gordo Spam!

Ah, volver. Qué verbo.

Ese grieguito que decía que uno nunca vuelve estaba soberanamente errado.

Se vuelve, y esa es la tragedia.

Después de ríos y montañas y aventuras y bosques y casi matarme cruzando un puente colgante, después de eso, volví. Volví, sí, distinto. Volví embadurnado por una capa de tranquilidad. Pero hay fragilidad en ella, ya que es arañada y mordida y masticada por todos de los que son parte de ese verbo maldito: volver.

Todos ellos me empujan de nuevo hacia eso de lo que intenté limpiarme en los últimos 15 días.

Todos ellos.

Todos.

La ciudad con su orquesta de bocinas y chirridos de subte y transeúntes atolondrados y mugre y desesperación.

La oficina con su elenco de intrépidos mamertos, trepadores, anémicos de alma y simplemente pelotudos.

No hay otra forma de describir al gordo Spam. Es un simple pelotudo.

Una vez. Una sola vez fue. Una vez dije que amo a Ellen Page. Que hasta en un papel chapucero como el de Inception la puedo amar. Una sola vez lo dije. Por ese motivo supongo que ahora hay 17 fotos de ella pegadas en mi escritorio. Y ni siquiera son buenas fotos, manoteadas de Google con cierto criterio humorístico. No. Pim, acá está ella. Pum, acá también. Pirím, otra más. Y pam, a imprimir y a pegar.

Y el gordo Spam ríe.

Sí, está bien. Me gustan los amanerados de Death cab for cutie. Todos tenemos nuestras delicadezas. Todos. Te apuesto que Rambo disfrutaría de un baño de espuma. Te firmo que Chuck Norris sonreiría complacido ante un masaje de pies. No el Techno Viking. No hay placer para él más que bailar y matar.

Ahora, ¿lo único que se le ocurre es imprimir un papel que diga “Death cab for cutie rocks!” y pegármelo en mi escritorio? Porque eso hizo el muy simple pelotudo.

Y el gordo Spam ríe.

¿Este es el vandalismo de recibimiento con el que tengo que enfrentarme? ¿Tengo que volver para caer en este Maëlstorm de puerilidad y anemia? ¿No hay respiro?

Ah, me desconectó el mouse también.

Y el gordo Spam ríe.

La capa de tranquilidad que tenía embadurnada cede.

Nos vamos de vacaciones para que, al volver, seamos distintos. Para que nuestros pulmones estén empapados de otro aire y pasen al menos dos meses hasta ser invadido nuevamente por el deseo de remodelar el rostro de nuestro jefe con un monitor.

Pero no. No. Simples pelotudos como el gordo Spam nos arriman su crítica dialéctica a la filosofía de ese grieguito. Se puede volver. Sin burocracias. Se puede volver.

Lo miro. Y entonces la venganza se desnuda ante mí sin pudor alguno. La contemplo. Las curvas de su cuerpo delinean un despiadado golpe que haría ruborizar incluso al Techno Viking.

Y el gordo Spam ríe.