miércoles, 16 de junio de 2010

Detalles

–No, no. Estás equivocado.
–Te digo que no. Que va a ser la segunda.
–La última.
–La segunda.
–Estás equivocado. Va a ser la última que entró.
–No estoy equivocado.
–Vos no sabés vivir.
–Te digo que lo que importan son las tetas. El culo no se lo vas a ver. Va a estar todo el tiempo sentada. ¿Cuál tenía mejores tetas? La segunda. Caso cerrado.
–No sabés vivir.
–A ver. ¿Por qué no?
–Y porque no. ¿Qué es más interesante? ¿Lo que tenés frente a los ojos o lo que se esconde y promete? La última que entró era la que tenía mejor culo. Esa va a quedar.
–Y después me decís a mí que no sé vivir. ¿Cuándo viste que elijan a una recepcionista por el culo? Las tetas, man. Las tetas son el criterio.
–El culo.
–Las tetas.
–A ver. ¿Will? ¿Will? ¿Will?
Ya no puedo seguir fingiendo que no escucho tremendo debate filosófico. Giro hacia ellos. –¿Sí?
–¿Vos qué querés?
Frunzo los labios. –Sentirme a gusto con mi vida.
–Vos siempre en la luna. No, man. Con la recepcionista. ¿Qué preferís con la recepcionista?
–Que me haga sufrir. El resto, son detalles.

viernes, 4 de junio de 2010

Curso y castigo

–Esto es sumamente importante.

La frase se reitera con la precisión de la mentira. Porque no. No es. No es sumamente importante. De hecho, dentro del amplio mundo de lo prescindible y lo imbécil, mundo que comprende a todos los manuales que debí leer en mis trabajos, a todas las reuniones con mis managers, a todos los discursos de los CEOs en fiestas de fin de año, a la lista de los objetivos de la empresa que cada uno debe tener en su escritorio, y a Ramiro, pocas cosas son tan prescindibles e imbéciles como esto.

–Sumamente importante esto, ¿eh?

Lo bueno es que de vez en cuando varía el orden de las palabras. Eso lo hace un mentiroso hábil. Pues la verdad engendra múltiples maneras de ser contada. La mentira, en cambio, contempla apenas un puñado ya que quien la cuenta teme confundirse. Pero alguien diestro en el sutil arte del engaño sabe alterar un poco la manera de contar lo que no es. Y no, no miro Lie to me. Simplemente aprendí de las diversas veces en las cuales mi manager me explicó porqué no podían darme un aumento.

–Esto es sumamente importante.

Y vuelve a lo mismo. Está bien. No era tan habilidoso como parecía. Lo sobrevaloré. Resulta que está bien vestido. Tiene un iPhone. Un cargo alto en la empresa. Y tanto tiempo frecuentando oficinas me hizo creer que la cáscara define al interior, y no al revés. Culpa mía por sucumbir a su discurso, por ser permeable a su jerarquía de valores. Es en estos momentos en los cuales me reconozco como otro zombie cuando más quisiera correr hasta la ventana y lanzarme hacia el vacío. Claro que la torpeza de esta ciudad supo apuñalar los cielos con desprolijas marañas de cables, por lo cual terminaría suspendido de los mismos en vez de estrolarme contra el asfalto.

–Sumamente importante, gente.

Mierda. Quiero agarrarlo por las solapas de su carísimo saco y sacudirlo. Quiero gritarle que no es importante. Que nada lo es. Ni incluso las más elaboradas virtudes ni los más titánicos logros de la humanidad son monolitos que puedan perdurar por la eternidad. El tiempo es una bestia que devora a todo y, a su paso, deja sólo dos cosas: la certeza de que nada prevalece y el silencio. Frente a semejante vastedad y desolación, ¿cuál es la importancia de esta nueva función de un insípido programa que usamos en este insípido trabajo?

–¿Cuán importante?

Hay un instante de desconcierto. –Sumamente.- pronto corean todos, sonrientes por haber sido incluidos.

Y arranco el matafuego de la pared y con el mismo vuelvo cubistas a los rostros de cada uno acá presente mientras el grito que contuve por años se despliega entero en mi garganta y, con él, se resquebrajan las paredes y el edificio colapsa y los cables son arrastrados con él y, con ellos, los otros edificios y cada una de sus oficinas hasta despojar de paredes y cursos y cubículos y conferencias a cada oficinista allá afuera y que parpadeen, acomodando sus ojos al sol, hasta poder contemplar cómo lo importante, lo sumamente importante, aquello por lo que resignaron sueños y felicidades y horas y horas y horas y horas no es más que un puñado de polvo.

–Esto es sumamente importante.